sábado, 13 de febrero de 2010



heladas puente romano (3)





EL PUENTE ROMANO


El puente romano
se mira en el espejo de la tabla
con sus dos ojos vanos
y recuerda calientes primaveras
y añora los colores de otros años.


El puente romano te mira,
el puente te está mirando
cuando te echas a la hierba
al lado de quien tú quieres
para mejor contemplarlo.


El puente romano calla 
lo que ve porque es secreto
celosamente guardado,
mi mano hace una caricia
y la estructura de piedra
la comprende y se la guarda
como un centinela manso.


El puente romano bebe
con las vacas en el charco
y vive si ve venir
por la vía caminando
un grupo de mozas claras 
y muchachos voceando.


El puente romano sabe
secretos que ha presenciado
y calla porque es de piedra
y porque razona y piensa
que él se va a quedar mirando
eternamente las vacas, 
eternamente despacio,
bajo el frío, contando ovejas
o escuchando pasos quedos
de amantes que lo atraviesan 
acariciándose el alma,
yendo al gozo sin cuidado.


Ahí está el puente romano
verde de cien primaveras,
oliendo a fresco y a cardo.
Y en la siesta del estío,
cuando se achicharra incólume
cual soldado castigado
y huele el aire a oro puro,
preludio de ocaso claro
con noche de mil estrellas
y perfumes de verano,
el cielo baja y se unen 
derretidos en abrazos.


En el charco, dulcemente,
orgulloso al mar solano
se balancea un palito
que en realidad no es palito, 
sino barco enamorado
juguete de un muchachino
que a vivir está empezando.


El puente romano se queda
el puente se está quedando,
mi corazón se hace viejo 
y mi barco se ha aorillado
varado bajo una nube
que quiebra el calor del prado.


Ahí está el esbelto puente
que tantos sueños de vida
ha presenciado.
Y mi corazón se para
como el tiempo se ha parado
cuando voy a saludarlo
con mi niño de la mano.


Vilaviciosa a 19 de Octubre de 2.005












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